Estamos acostumbrados a relacionar
la inteligencia con la capacidad de raciocinio lógico
con el
coeficiente intelectual que determina las habilidades para las ciencias
exactas, la
comprensión y la
capacidad de análisis reflexivo, el razonamiento espacial, la capacidad
verbal y las
habilidades mecánicas. Sin embargo ya sabemos que también existe otro tipo de inteligencia, la llamada inteligencia emocional, la cuál es de suma importancia dentro del campo laboral.
El mundo laboral está cambiando, y
ya no se puede hablar de una profesión única o de un
trabajo
en la misma empresa que dure para toda
la vida. Hoy en día se habla de "empleabilidad",
que es,
según Enrique de Mulder, presidente de Hay Group, la
capacidad de una persona de aportar
valor a la organización, es decir, de contribuir a la empresa en mayor medida
que la
compensación de ésta a aquél; y esto ya no se consigue sólo con un coeficiente
intelectual
alto, sino que también necesita
desarrollarse el coeficiente emocional con cualidades:
como constancia, flexibilidad,
optimismo, perseverancia, etcétera.
La importancia del manejo de las
emociones estriba en que el futuro y el presente de la
empresa dependen
de la emoción y la pasión con que trabajen el directivo y sus colaboradores.
En ese
escenario, la actitud tiene un lugar preponderante, ya que está más ligada a la aptitud
y a la
inteligencia emocional.
La actitud y el estilo de dirigir
dependerá de cómo el directivo o líder se gane el respeto,
la admiración o, por el contrario,
el odio de sus colaboradores. El equipo de trabajo
reacciona bien cuando se le
plantean con disciplina y respeto los objetivos y metas que se
pretenden alcanzar. En cambio, la
disciplina autoritaria hace aflorar todo
lo malo de la
naturaleza humana; es decir, al
actuar autoritariamente, el directivo podría motivar el lado
más oscuro y negro de sus
colaboradores.
Marie-France Irigoyen (2001)
describe al narcisista como un individuo perverso que
presenta al menos cinco de las
siguientes características:
1. El directivo tiene una idea
grandiosa de su propia importancia.
2. Lo absorben fantasías de éxito
ilimitado y de poder.
3. Se considera especial y único.
4. Tiene una necesidad excesiva de
ser admirado.
5. Piensa que es merecedor de todo.
6. Está acostumbrado a explotar a
los demás.
7. Carece de empatía.
8. A menudo envidia a los demás.
9. Tiene actitudes y
comportamientos arrogantes.
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